Georgia Serquella muestra el dispositivo implantado
El diminuto aparato pesa dos gramos y no lleva cables y se realizó en el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, a cargo de Georgia Sarquella, miembro de Barcelona Salud.
Una adolescente española de 14 años, deportista activa (pide no identificar el deporte), es portadora del primer marcapasos sin cables y miniaturizado, de dos gramos de peso, que se coloca en el corazón de un menor en España. El marcapasos sin cables se ha implantado en los dos últimos años a una decena de adultos en hospitales españoles.
La menor portadora del marcapasos, denominado Micra, sufre un síncope por asistolia que, de no ser afrontado médicamente, le suponía un permanente estado de riesgo vital. El trastorno le causaba paros cardiacos y pérdidas de consciencia de hasta 15 segundos, un lapso que, indican los médicos, ponía en peligro su vida. «Sufría un bloqueo cardiaco completo: el corazón no le funcionaba», sintetiza Georgia Sarquella, miembro de la Fundación Barcelona Salud y cardióloga del Hospital de Sant Joan de Déu, de Esplugas, artífice de la intervención por cateterismo que permitió la implantación del marcapasos.
El aparato, un electrodo cilíndrico de 0,8 centímetros cúbicos de volumen, fue introducido desde la ingle, a través de la vena femoral, y ascendió hasta el ventrículo derecho del corazón, donde quedó depositado bajo el endocardio por medio de un sistema de fijación de cuatro púas de nitinol, una aleación de níquel y titanio, eléctricamente inactivas. Su creador, la firma Medtronic, calcula que las baterías permitirán un funcionamiento óptimo durante 10 o 15 años, una variación que dependerá del uso que le requieran los fallos del corazón de la chica.
Cuando deje de funcionar, la cápsula de acero quedará abandonada allí donde se aloja y los cardiólogos repetirán la operación colocando a la paciente un segundo marcapasos, en una zona próxima al ya inactivo.
«No siempre se extrae del cuerpo de los pacientes el material que deja de funcionar», asegura Sarquella. Los marcapasos tradicionales, provistos de cables y con mayor peso y volumen, se adentran por la vena subclavia, que transcurre por el hombro, bajo la clavícula. Por ese camino, llega a la zona pectoral, donde se le crea una bolsa de alojamiento, de la que parten dos cables que viajan dentro de la misma vena y alcanzan el ventrículo derecho.
«El marcapasos quedará enganchado y epitalizará con la piel del corazón». Formará parte de la masa cardiaca. La liviana presencia del ingenio facilitó que la muchacha reiniciara su actividad habitual pocas horas después de la intervención.